El director Joe Wright no pierde el tiempo. En la primera escena pinta descarnadamente a la protagonista, y explota dramáticamente la rigurosidad del escenario elegido: la helada desolación de un bosque finlandés, en la que la muchacha caza y descarna a mano limpia un enorme ciervo. Rápidamente se plantea la relación de Hanna con su padre y entonces, a pocos minutos de comenzada la proyección, ya se entiende que la trama, si bien ha de remitir forzosamente a otros exponentes del género como "Bourne", "Nikita" o "Alias", va a presentar elementos singulares y distintivos. También será original el tratamiento visual que propone Wright; el realizador entrega otro excelente plano secuencia de varios minutos (en una estación de ómnibus y otra de subte de Alemania) que evoca a aquel -monumental- de la evacuación de los soldados aliados que concretó en "Expiación, deseo y pecado"; y también propone ciertas originalidades a partir de la introducción en la trama de una familia británica que (en cierta medida, involuntariamente) ayuda a la protagonista en su huida por el norte de África y el sur de España.
Si se quiere, la película puede verse como una más que pinta la persecución de un fugitivo a manos de una organización gubernamental poderosa. Pero la trama muestra condimentos propios más que interesantes: la perseguida es poco más que una niña, y esta niña está poniendo a prueba su especial condición no sólo en las vicisitudes de la fuga sino -fundamentalmente- en el violento contacto que experimenta con un mundo "civilizado" que desconocía absolutamente. Y como si esto fuera poco, Hanna debe desentrañar los oscuros detalles de sus orígenes, signados por las mentiras y la tragedia. En suma: Wright propone (y logra) suspenso, intriga y algo más.